Releer la información, releer los clásicos nacionales
Durante estos días vivimos el reverdecer del pensamiento individualista, gorila y liberal como en los años del predominio menemista.
El desprecio por los pobres, su forma de vida y el racismo es comentado a boca de jarro en bares, taxis y incluso reuniones familiares; como quien dice una “verdad” absoluta, indiscutible solo por el hecho de estar respaldado por las empresas mediáticas que machacan constantemente contra las medidas de gobierno, pero que por sobre todas las cosas benefician a los humildes.
La ley que Cristina Fernández impulso como una necesidad, pero por sobre todas las cosas como un derecho, mereció críticas de lo más variadas. La más difundida por las empresas mediáticas nacionales e internacionales fue que “utilizan el dinero de los jubilados, quitándoles sus ahorros”. Esta forma de ver la medida defiende sin ninguna autocrítica a las AFJP y expone al ciudadano como cliente del Estado. Quieren desvirtuar la acción imprimiendo un pensamiento liberal porque pretenden hacernos pensar que los dineros que cada uno de nosotros aporta, debe ser guardado en una “caja” e inmovilizada hasta que llegue el glorioso día de la jubilación. El mensaje es claro: el Estado “administra mal los fondos”, un mensaje que los “comunicadores mediáticos” (Neustadt, Grondona, etc.) de fines de los `80 y principio de los `90 imprimieron a fuego en las conciencias de una población descreída y desorientada. Ocultan que los Kirchner o “K” siguen las enseñanzas del viejo, pero vigente, General Perón, cuando utilizando instrumentos de los nacionalistas liberales planteaba “…que el problema de los instrumentos de gobierno era su aplicación y el sentido de la misma, y no su validez intrínseca…”[i], rompiendo la lógica de los `90 que sostenía que esos fondos debían ser administrados como un negocio por las empresas privadas.
Ocultan que las AFJP beneficiaron intereses privados foráneos y locales por cifras desconocidas para la población y que sus clientes fueron saqueados y estafados hasta dejarlos en la pobreza. La recuperación por parte del Estado fue en realidad dejar de ser “clientes” para transformarlos en sujeto de derechos y transformar el instrumento ANSES (muertas las AFJP) en “…bombas de succión en bombas inyectoras…”[ii] de recursos del ciudadano para los ciudadanos. La universalidad de la medida instala además una ruptura de la política clientelar, tantas veces criticada y hoy no rescatada como un importante logro de la política.
Tampoco dicen estos nuevos “comunicadores sociales” que nueve mil millones serán gastados integralmente en el mercado interno, que reactivará la economía, la economía de los barrios y que esto posibilitará el trabajo de miles de trabajadores que recuperaran su dignidad.
Si este dinero es hoy invertido (no gastado) en la reparación de la enorme deuda social de la década neoliberal y a su vez sirve para construir nuevas instituciones que permitan sostener políticas como el derecho a la niñez y la adolescencia, debe ser bienvenido y sostenido por la totalidad de la población. Esta victoria política de los ciudadanos puede transformarse en derrota si no logramos instalar una cultura que naturalice los “derechos sociales” por sobre los negocios y desarmemos el discurso de las empresas mediáticas, desde nuestra historia, nuestra lucha e identidad como pueblo.
Jorge P. Colmán
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