La oposición es una corte de los milagros en la que nadie logra, sin embargo, convertirse en el mejor exponente del alma bizarra que parece expresar con una elocuencia inusitada a todos aquellos que desearían, impulsados por la corporación mediática, enfrentarse a un oficialismo que parece contar con el caballo del comisario. Tan escasa y raquítica es la oposición que al propio gobierno le basta con seguir gobernando para garantizarse lo que, a esta altura, pareciera anticipar un cómodo triunfo en octubre. Incluso están los que sugieren que con simplemente hacer la plancha alcanza para dejar bien atrás a unos adversarios que no logran despertar ningún entusiasmo al mismo tiempo que no saben dónde buscar los argumentos que les abran una cierta simpatía pública.
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