Salvemos nuestra navidad
«Acerca de la celebración de la navidad, muchos cristianos están haciendo hoy precisamente lo contrario de lo que hicieron los cristianos de ayer.
El cristianismo antiguo logró, con la celebración de la navidad, cristianizar la fiesta pagana del sol. En cambio el neopaganismo de los cristianos de hoy está logrando paganizar la navidad cristiana.
Jesús no nació precisamente el 25 de diciembre. La liturgia cristiana señaló esa fecha para darle un sentido cristiano a la fiesta romana del ‘Sol invicto’; los paganos de aquel imperio celebraban como el nacimiento del sol en la noche más larga del año.
Aquella medianoche era considerada como el punto de partida de la marcha del sol que comenzaba a dominar las tinieblas. Resultó fácil para los cristianos cambiar el sol por Jesucristo, y hacer coincidir litúrgicamente el nacimiento de Cristo, ‘sol de justicia’, con la celebración pagana del nacimiento de sol
[…]. Lástima que toda esa inspiración cristiana con que nuestra liturgia bautizó una festividad pagana haya sido traicionada por muchos cristianos que hoy entregan al paganismo aquella victoria espiritual.
Porque no es otra cosa que una cobarde capitulación de los cristianos al hacer prevalecer sobre el sentido evangélico de la navidad los valores del comercio y de las alegrías mundanas» (Orientación, 17 de diciembre de 1978).
Sugerencias para navidad
«Ha comenzado a circular, como un torrente sanguíneo en el cuerpo de la sociedad, el incomparable saludo de esta temporada: ¡Feliz navidad! Feliz navidad no debe ser sólo una expresión rutinaria que, por repetirla demasiado, ha perdido la riqueza de su originalidad y de su mensaje […]. Tal vez contribuiría a inyectar nueva conciencia y eficacia al gastado saludo navideño si lo libráramos de la rutina y del convencionalismo; es decir, si en vez de ser tributarios de la costumbre y de la comercialización de la navidad, excitáramos entre nosotros la originalidad cristiana del gran misterio de Dios hecho hombre y la creatividad de nuestra fe para acompañar nuestros augurios navideños de acciones y gestos que realmente produjeran felicidad y paz a nuestro alrededor.
Cuánta mayor sería la felicidad que diéramos y recibiéramos, si en vez de gastar en tarjetas y hacer regalos costosos o baratos a quienes no los necesitan, orientáramos sabiamente esos gastos y dádivas a los verdaderamente necesitados. Y, mejor todavía, si, antes de promover fiestas, cenas y regalos de navidad entre trabajadores de las empresas y sectores pobres del pueblo, revisáramos a conciencia el cumplimiento de nuestros deberes de justicia cristiana para con toda esa gente, porque «no se debe dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia» (Apostolicam actuositatem, 8).
Estas acciones, inspiradas en la realidad de la vida y no en la mentira de las apariencias y conveniencias sociales, aunque sean pequeñas acciones y de cortos alcances, son las que, multiplicándose, contribuirían a traer la verdadera felicidad y paz que hemos perdido» (Orientación, 18 de diciembre de 1977).
Mi pensamiento pastoral en navidad
La navidad me ofrece la oportunidad de decir a ustedes que el Cristo de Belén es la síntesis divina de todo el Evangelio que tengo que predicar. Es la Palabra de Dios hecha encarnación y expresión humana, es «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14, 6); a partir de Belén los cristianos ya no podemos inventar otro Cristo ni otra doctrina liberadora que no sea la del auténtico Evangelio: el Evangelio de la pobreza y de la austeridad, el del desprendimiento y de la obediencia a la voluntad del Padre, el de la humildad y del camino hacia las bienaventuranzas y hacia la cruz.
Un compromiso de nuestra vida con este mensaje vivo de Belén es la única manera de celebrar cristianamente la navidad.
Otras maneras de celebrarla, sobre todo si es entre lujos y libertinajes, no honraría el amor de Dios que nos visita, sería cerrar los ojos al único camino de libertad y felicidad que se nos ofrece para salvación del mundo»
Monseñor Arnulfo Romero
Orientación, 25 de diciembre de 1977
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