miércoles, octubre 07, 2020

Recordando al Teniente General Franklin Lucero, un leal a la democracia y Perón

La carta que el Teniente General Franklin Lucero le envió a Isaac Rojas luego del golpe de la "Revolución Fusiladora":

“Buenos Aires, 23 de diciembre de 1955. 

Señor Contralmirante Isaac Rojas, Casa de Gobierno S/D: 

Tengo el deshonor de dirigirme a quién para su propio castigo de CANALLA, de TRAIDOR, el destino ha querido investirlo de Vicepresidente de la Nación Argentina, para ser juzgado en su oportunidad como usurpador de cargo por el pueblo de la Patria.

Extensa tendría que ser mi misiva para hacer conocer a usted que el pueblo de la patria conoce muy bien sus antecedentes y su catadura moral muy por debajo de la que cualquier hombre de honor debe poseer, pero me circunscribo a hacer resaltar los hechos más denigrantes de su carrera de marino.

Poco antes de ingresar usted como aspirante a la que fuera gloriosa marina de guerra, en febrero de 1923, fue detenido y procesado por el Juez Dr Malbrán por un robo cometido en el domicilio de la calle Peña propiedad del Dr Julio Agote, procedimiento en el cual se le secuestraron a usted la suma de $ 1.200 y varias alhajas.

Es de hacer notar que valido en sus influencias familiares con el Dr Malbrán, luego de restituir lo por usted robado y para no perder el ingreso a la Marina de Guerra, fue usted absuelto en dicho proceso, pero que constaba en su prontuario policial Nº 936.145 (prontuario éste desaparecido apenas usted asumiera el Gobierno, pero del que se tiene copia de la que le adjunto una con todos sus delitos).

Ingresó usted el 16 de febrero como aspirante a la Marina de Guerra, y en enero de 1924 se le inicia sumario por encontrársele en altas horas de la madrugada junto con otro aspirante en una situación relajante como hombre y como marino.

El 9 de abril de 1931 al recibirse usted de Teniente de Navío fue detenido en la calle Lavalle y Maipú a la salida del cabaret Imperio por hallarse en completo estado de ebriedad vistiendo el uniforme (este nuevo hecho fue callado otra vez merced a sus influyentes parientes).

En marzo de 1936, promovió un descomunal desorden en el TA-BA-RIS del cual dan cuenta los diarios de la fecha arriba indicada (Prensa y Crítica).

En abril de 1950 siendo Capitán de Navío realizó el negociado más vergonzoso que conoce la Marina de Guerra, luego de haberse favorecido con $ 3.200.000 acusó usted ante el General Perón a otros compañeros de armas, salvando así su responsabilidad.

Siendo Agregado Naval ante el Gobierno de los Estados Unidos de Brasil, se le inicia a usted por intermedio del Tribunal de Guerra, un juicio por la presunta venta a dicho país de cartas marítimas con posiciones y bases secretas de nuestro país habiendo sido trasladado a ésta y quedando dicho juicio archivado (vaya a saber por qué causas extrañas) premiando su actuación en el Gobierno de Brasil condecorándolo con la Orden al Mérito Naval en Grado de Comendador, y para coronar su carrera de vergüenza y traición usted el 16 de setiembre de 1955, traiciona al hombre que le brindara la oportunidad de retomar la senda del bien, tanto en su triste carrera como en su vida privada por seguir las indicaciones del amante de su esposa el Capitán de Navío Arturo Rial, no vacila en traicionarlo.

Sé que al recibir esta carta verá con qué crudeza me expreso pero si aún le queda un poco de dignidad tendrá que aceptar todo lo expresado porque mientras ella no ha hecho más que recordarle sus delitos cometidos que son muchos, y usted sin derecho alguno ni autoridad ya que está ocupando un cargo que no le corresponde, se ensaña con enlodar la reputación de soldados, que como yo, no hemos cometido otro delito que defender, con honor, la Constitución Nacional y a las autoridades legítimamente constituidas y elegidas por el Pueblo.

Mi hombría de bien y mi dignidad de soldado me hace esperar con varonil serenidad sea ella cual fuere, la reacción que usted tenga al leer esta carta, pues ha sido mi intención llevar a la posteridad una prueba más de lo que es capaz la indignidad de un hombre que faltando a la ley sagrada de las armas y a la civilidad, guiado por su ambición, no dudó en complotarse contra los intereses de la Patria llegando para ello, a aceptar los inmerecidos halagos de una vicepresidencia que legal y moralmente no le corresponden.

Para concluir y haciéndome cargo de las consecuencias, hágole notar que copia textual de la presente haré llegar a los trabajadores de la Patria. 

Fdo. Franklin Lucero, General en Jefe”.

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