Respuesta de Norberto Galasso a Proyecto Sur
Capital Federal (Agencia Paco Urondo, gentileza Agrupación Compañeros) El 19
de enero último, desde INFOSUR, página web de Proyecto Sur, me han lanzado
un agravio que me veo obligado a responder.
Desde INFOSUR me califican de “gran historiador”, autor de “un libro
fabuloso”, “una obra clásica sobre la Deuda Externa”, al igual que la
“maravillosa biografía San Martín” y me tratan reiteradamente de “querido
compañero”, para, después, lanzarme esta baja puñalada: “¿Qué hacemos ahora
con esas cuatrocientos páginas (del libro sobre la Deuda Externa)...?”, como
diciendo: “nos las vamos a meter en cierta parte” pues el autor sería un
traidor, se habría quebrado, estaría al servicio del gran capital financiero
internacional.
Todo esto con motivo de que he sostenido que “ahora es difícil desentrañar
la ilicitud de parte de la deuda” y que varios gobiernos le han dado “una
especie de legalización” al renegociar sobre ella aunque igualmente “hay que
investigar los ilícitos”, pero que lo más importante “es unir a América
Latina en el no pago y patear el tablero” porque la cuestión no es tanto
tener razón “sino tener fuerza”.
Curiosamente, la nota de Infosur prueba mi coherencia. Se inicia con una
frase de mi libro: “La deuda ha operado como un instrumento de saqueo y
sumisión semicolonial” (2002).
Y concluye con otra declaración mía, actual: “Ahora hay que favorecer la
unidad latinoamericana y proponer que todos los países denuncien que fueron
estafados y que no se paga”. Mayor coherencia, imposible. En “Cash”, del
24/1/2010, sostuve lo mismo: “Hay que investigar y reforzar nuestro poder
para decidir en conjunto. A las finanzas internacionales no les importa
cuándo (ni cómo) se contrajo la deuda. Hay que finalizar este proceso de
otra manera, a partir de la unidad latinoamericana, donde todos los países
puedan expresar una opinión común frente a los acreedores internacionales”.
Es decir, hay que investigar y hay que poseer suficiente fuerza para no
pagar. Hoy no contamos ni con una cosa, ni con la otra, pero el objetivo
final es el no pago. Disentimos, eso sí, en la táctica, como también
disentimos en la táctica general que desarrolla Proyecto Sur en política.
¿En que disentimos? En primer término, en que no se trata de quien grita más
fuerte ni quién se escandaliza moralmente contra los piratas
internacionales, sino en tener la fuerza suficiente: un pueblo movilizado y
consciente del problema, capaz -como lo han sido los cubanos- de aguantarse
todas las represalias, inclusive un bloqueo. Por eso, es imprescindible una
acción concertada de América Latina -que va camino a su unificación- para
patear el tablero. En la discusión con los filibusteros, estábamos mucho
mejor parados en 1983, como ha dicho la Presidenta, porque salíamos de una
dictadura y habíamos allanado el estudio Klein Mairal y Olmos había
presentado su acusación... pero también es cierto que no teníamos fuerza y
Alfonsín tampoco tuvo audacia y concluyó claudicando en ésta, como en otras
cuestiones.
Después hubo canje de títulos que complican nuestra argumentación respecto
al comprador de buena fe y sucesivos gobiernos pagaron y renegociaron y se
negaron a analizar lo rescatado en el estudio Klein, así como la acusación
de Olmos que el juez Ballesteros remitió al Congreso. En 1999, recuerdo que
fuimos al Congreso con Olmos, Norberto Acerbi, Luis Donikian, Carlos Juliá y
unos pocos más -no estaban muchos que ahora levantan su voz y celebro que
ahora lo hagan-, pero, entre los diputados, solo Alfredo Bravo y Luis Zamora
–más allá de mi disidencia política con ellos- se preocuparon por escuchar
el alegato de Olmos. Y no pasó nada.
Después vinieron otras negociaciones, entre ellas, la quita de la época
kirchnerista. Nos guste o no, implícitamente también la quita significó lo
que llamé “una especie de legalización” y que tanto ha irritado a Infosur.
Pero de ninguna manera digo que no hay que investigar. Tampoco propongo no
pagar mientras no tengamos fuerza para desconocerla. En fin, insisto, se
trata de diferentes tácticas, porque las tácticas cambian según el momento
histórico y no hay por qué injuriar ni descalificar cuando coincidimos en lo
central: que fue una estafa y que, cuando podamos, debemos declarar que la
deuda es cero. Ahora bien, como el “querido compañero” se preocupa y no sabe
en qué lugar colocarse mis 400 páginas del libro De la Banca Baring al FMI,
voy a tranquilizarlo con respecto a mi supuesta traición.
Entonces, empiezo para disipar dudas: con 50 libros publicados (discúlpeme
pero hay tanto soberbio suelto que por una vez puedo violar mi modestia)
nunca he sido invitado al programa de Mariano Grondona, ni he almorzado con
Mirtha Legrand, ni me he abrazado con gorilas como Carrió, ni he coincidido
con Pinedo (ni el abuelo, ni el nieto), ni he sido cómplice de la Sociedad
Rural en ninguna votación. Tampoco me reportean ni “La Nación” ni “Clarín”,
así que puede estar tranquilo. Esa gente sí tiene conciencia de clase, no la
que supone Pitrola que deberían tener los trabajadores. Son clasistas en
serio y hay que tener cuidado porque a veces son muy amables y si pueden, lo
usan a uno.
Le sigo contando para que vea que no estoy “quebrado”. Vivo en Parque
Chacabuco, un barrio de clase media, en una casa con pileta... de lavar la
ropa. Una sola casa (herencia familiar) no dos, porque se sabe que alguna
gente tiene dos: una para vivir y otra para albergar el ego. Tampoco tengo
auto. Viajo en subte (vocación de minero, como decía Unamuno).
Futbolísticamente soy de San Lorenzo que ya es demasiada carga para andar
por la vida. Cobro la jubilación mínima y subsistimos con mi familia con
algunos derechos de autor y un modesto alquiler de un local de esa vieja
casa paterna...
Usted, “querido compañero”, dirá seguramente: -Aquí te pillé, ¡eres
rentista! (Carlos Marx seguramente no me lo reprocharía y sabría
comprenderme ya que, salvando las distancias, no tengo ningún Federico
Engels a mano). No soy revisionista a secas, como usted dice, confundiéndome
(por ignorancia o por picardía) con Ibarguren o Irazusta. No soy rosista,
soy de la línea: Moreno, Artigas, Dorrego, los caudillos federales (en
especial El Chacho y Felipe Varela), el PAN en su época antimitrista,
Yrigoyen y Perón. Esta reivindicación, hecha desde una Izquierda Nacional,
que apoya todo movimiento antiimperialista tratando siempre de mantener su
independencia ideológica, política y organizativa, es decir, “Frente Obrero”
en el 45, representada luego, por bastante tiempo por Abelardo Ramos, salvo
sus últimos años.
Asimismo, me siento latinoamericano de Martí, Sandino, Fidel, El Che, Evo,
Chávez, Correa y tantos otros. Me considero, sobre todo un militante y por
ello he sacrificado mi interés por la literatura y la cinematografía. En
música, cero. Salvando también la distancia, digo, como Jauretche, que no
distingo la marcha peronista de la marcha de la libertad. Desde esa
perspectiva de I. N., estoy más a gusto en la CGT de Moyano o en la CMP de
D’Elía, que viajando por Europa o asistiendo a fiestas de embajada.
No soy kirchnerista pero apoyo a este gobierno. Lo considero lo mejor que
hubo desde que murió Perón, más allá de limitaciones y carencias, que son
propias de una sociedad fuertemente golpeada por la dictadura genocida, la
frustración de Alfonsín, la traición de Menem, la estupidez de De la Rúa, el
derechismo de Duhalde, etc..
Me defino así porque creo conocer donde está el enemigo principal, la
correlación de fuerzas y el nivel de conciencia política de los trabajadores
y de los sectores medios (algunos de éstos, me aterran). Por eso, jamás se
me ocurriría hacerle juicio penal a Cristina por mal desempeño, porque no
corresponde y porque la pondría al borde del juicio político, para solaz de
Cobos y la “nueva unidad democrática” y además porque entonces eso debiera
habérselo hecho a todos los presidentes anteriores (incluso legisladores) y
hacerlo ahora es demasiada complicidad con los destituyentes. Este gobierno
avanza todo lo que puede y si llegase a caer, no deliremos que va a venir
algo mejor, sino la derecha más reaccionaria.
Algo más: integro la corriente política Enrique Santos Discépolo, dirijo el
mensuario “Señales Populares”, adscribo a Carta Abierta. En lo fundamental,
tengo la certeza de que el futuro es nuestro, de los trabajadores, en el
camino de la liberación nacional y la unidad latinoamericana, hacia el
socialismo. Sólo ocurre que, “como lechuza largamente cascoteada”, sé
distinguir los enemigos y los tiempos. Creo que Trotsky era el que decía que
hay gente que confunde 1905 con 1917 ó, ahora en el bicentenario, 1810 con
1816. Y para terminar, me acuerdo de Cooke. El le decía a Hernández Arregui:
el intelectual se define sobre el trazo largo de la historia, pero el
político tiene que definirse hoy y aquí, todos los días, teniendo presente
aquellos objetivos finales, pero sin perder conciencia de en qué momento y
en qué lugar está actuando.
Creo que algo de esto es lo que nos aleja. Disculpen la extensión pero, en
verdad, preferiría que no se ocupasen de mí y profundizasen la discusión
sobre la naturaleza histórica del kirchnerismo y cuál es la mejor forma de
ayudar a Argentina y al resto de América Latina en estas luchas que van
hacia el 2011.
Con un saludo,
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