La revolución peronista produjo un fenómeno que dio paso al odio de las clases acomodadas, sentimiento que persiste hasta hoy, de los que piensan que un obrero no puede tener un celular de alta gama o disfrutar del aire acondicionado. Había y hay sitios exclusivos, lugares donde la oligarquía y los ricos podían disfrutar, prendas de vestir que señalaban la pertenencia de clase y distinguían a unitarios y federales, "cabecitas negras" y "cogotudos", "planeros" y "gente bien" de hoy.
Entre los sitios simbólicos estaba la Plaza de Mayo, el espacio y lugar de poder por décadas de los porteños unitarios, hasta que los federales ataron los caballos en la Pirámide de Mayo, una muestra de que se acabaron los privilegios de una ciudad pretenciosa sobre el resto de las provincias. Hombres en pata, chiripa, lanza y de a caballo mostraron a la metrópoli, a los aristócratas porteños, que sus intereses debían ser tenidos en cuenta. "Después de asegurarse de que los animales estén quietos y tranquilos, López y Ramírez desplazan sus cuerpos y desmontan, y con sus manos atan las riendas de sus caballos a las verjas de la Pirámide de Mayo. Gauchos, indios y mulatos alzan sus cañas tacuaras que lucen trapos rojos en sus puntas" escribió Horacio Vargas (1).
La revolución peronista ocupará la ciudad y la histórica plaza un 17 de Octubre, el regreso del pueblo con hombres del interior, inmigrantes extranjeros y latinoamericanos que pidieron la liberación del General que representó los genuinos derechos de los trabajadores y la defensa de los intereses soberanos. La pluma afilada de Jorge Luis Borges relató sobre el 17 de octubre (2) con ojos antiperonistas a "la masa coral que despechaba a todo pulmón la marchita del Monstruo (Perón)" y la describe como "foco de población muerto de hambre" y delincuentes de "bufoso".
La revolución y el amor, que tan bien narro Eduardo Galeano en "Memorias del Fuego" hablando de Evita "La querían, la quieren, los malqueridos: por su boca ellos decían y maldecían.Además, Evita era el hada rubia que abrazaba al leproso y al haraposo y daba paz al desesperado, el incesante manantial que prodigaba empleos y colchones, zapatos y máquinas de coser, dentaduras postizas, ajuares de novia. Los míseros recibían estas caridades desde al lado, no desde arriba, aunque Evita luciera joyas despampanantes y en pleno verano ostentara abrigos de visón. No es que le perdonaran el lujo: se lo celebraban. No se sentía el pueblo humillado sino vengado por sus atavíos de reina" (3). Los mismos odiadores que señalarán después a "la señora" por sus bolsos de Vuiton. Odiadores que gritarán ¡Viva el cáncer! o "La Yegua", a mujeres que buscaron igualar a todas y todos.
Scalabrini Ortiz describió con otros ojos el mismo suceso "Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de resto de brea, de grasas y de aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe"(4) será "el subsuelo de la patria sublevado", era el Pueblo que emergía alegre y orgulloso.
Esa revolución que hizo que las playas y paseos no fueran exclusivos de la oligarquía, que los trabajadores tuvieran el mismo derecho de disfrutar de vacaciones pagas en el mar, que los sectores acomodados sostuvieron como privilegio exclusivo. Estos últimos huyeron espantados al ver cabecitas negras poniendo, ya no solo las patas en la fuente, sino también en la arena.En la foto está mi viejo, paseando frente al Cabildo de Buenos Aires con otro albañil, luego de hombrear bolsas de cal y cemento en la obra, que luego de sudar "la gota gorda" se pegaba un baño para ponerse un traje que guardaba en su armario o colgaba de algún tirante. Era trabajador, paraguayo, peronista y se lo ve orgulloso en la Plaza de Mayo, Sin saberlo o sabiéndolo, estaban protagonizando una venganza de clase, luciendo trajeados en un lugar donde antes los aristócratas paseaban con sus sirvientas, que vestidas como tales y las mostraban así para que se notara la diferencia con sus patronas.
Es la venganza de los "cabecitas negras", de los "descamisados", que atrevidos se ponían trajes que antes solo podían usar los patrones y que ahora solo los pueden distinguir cuando se les escapaba alguna palabra en guaraní, idioma que mi viejo no utilizaba si había alguien que no entendiera. Era la revolución que cerraba la grieta, porque esta nos igualaba e inundaba con justicia social todos los rincones de la patria.
1.- A 200 años del triunfo de López y Ramírez en Cepeda "Montoneras en Buenos Ayres" Página 12. 25 de febrero de 2020
2.- "La fiesta del Monstruo" de Jorge Luis Borges
3 .- El pueblo argentino desnudo de ella, en "Memorias del Fuego", de Eduardo Galeano
4.- Scalabrini Ortiz "Tierra sin nada, tierra de profetas"