En ella exime de responsabilidad a Irán y sus autoridades, como así también de argentinos del atentado, adjudicando la misma a "una célula especial del Hezbolá en la argentina, con monitoreo desde el Líbano.
Varias cuestiones mas se desprenden del "Informe", entre ellas creerla y darla por cierto (las pruebas son investigaciones de inteligencia, algo que para la justicia argentina no tiene ningún valor) y/o pensar que esta forma parte de una nueva operación de inteligencia con algún tipo de alcance geopolítico.
La elección del medio, por el cual se comunica este "informe", así parece indicarlo ya que el The New York Times tiene alcance global. La elección en nuestro país hubiera tenido otro significado, con lo cual el mensaje no es para los argentinos específicamente.
Uno de estos objetivos puede ser distender las relaciones de Israel con Irán. La delicada situación internacional de guerra en Ucrania y las nuevas alianzas geopolíticas de Rusia, Irán y Turquía pueden significar un problema de seguridad nacional para Israel.
Para nuestro país significa que células de inteligencia Israelíes están investigando en territorio nacional en forma ilegal y estas investigaciones no fueron compartidas con la justicia argentina. Se habrían producido "interrogatorios con sospechosos, vigilancia, escuchas telefónicas y agentes" pasando por alto a las autoridades argentinas.
De ser cierto el "informe" también la organización Hezbolá habría operado en nuestro país y ambas cuestiones (Israel-Hezbolá) vulneran nuestra seguridad nacional al trasladar el conflicto bélico a nuestro país.
Publico aquí la nota del The New York Times:
El Mosad aclara nuevos datos sobre los ataques terroristas en Argentina en la década de 1990
Una investigación de la agencia de espionaje israelí descubrió que Hezbolá organizó una célula para llevar a cabo los atentados y rechazó las sospechas de que hubiera argentinos o funcionarios iraníes en Buenos Aires.
Por Ronen Bergman
22 de julio de 2022
TEL AVIV — Dos ataques terroristas contra objetivos israelíes y judíos en Buenos Aires en la década de 1990 en los que murieron decenas de personas fueron llevados a cabo por una unidad secreta de Hezbolá cuyos agentes, contrario a las afirmaciones generalizadas, no fueron ayudados a sabiendas por ciudadanos argentinos ni asistidos en el terreno por Irán, según una investigación del Mosad, el servicio secreto de Israel.
El estudio interno realizado por el Mosad, cuyas conclusiones escritas fueron compartidas con The New York Times, ofrece un relato detallado del modo en el que se planearon los atentados, incluida la forma en que el material para los explosivos se introdujo de contrabando a la Argentina en botellas de champú y cajas de chocolate.
Aunque el Mosad enfatiza que la inteligencia israelí aún cree que Irán, que respalda a Hezbolá, aprobó y financió los atentados y suministró el entrenamiento y el equipo, las averiguaciones refutan las afirmaciones sostenidas por mucho tiempo por Israel, Argentina y Estados Unidos de que Teherán tuvo un papel operativo. También rebaten las sospechas en Argentina de que funcionarios locales y ciudadanos habían sido cómplices de los ataques.
En el primer ataque, en 1992, en el que murieron 29 personas, la Embajada de Israel en la capital argentina fue destruida. El segundo, en 1994, el blanco fue la sede de un centro comunitario judío, en donde fallecieron 83 personas, incluido el terrorista, en uno de los ataques antisemitas más mortíferos desde la Segunda Guerra Mundial.
Las secuelas de las explosiones han resonado por décadas en Argentina: algunos de los encargados de investigar los atentados fueron procesados tiempo después por obstruir la investigación y políticos de alto nivel han sido acusados de estar implicados.
Los atentados también sorprendieron a Israel, que se considera el protector de los judíos en todo el mundo, y revelaron el alcance global y la creciente amenaza de Hezbolá en ese momento.
Ambos atentados fueron ejecutados por Hezbolá en venganza por las operaciones israelíes contra la milicia chiita en Líbano, según la investigación del Mosad. Hezbolá utilizó una infraestructura secreta que construyó por años en Buenos Aires y otros lugares de Sudamérica para preparar y realizar los ataques.
La investigación determinó que los explosivos utilizados en ambos atentados fueron llevados a Argentina de contrabando por agentes de Hezbolá en envases de champú y cajas de chocolate en vuelos comerciales regulares desde varios países europeos. Luego fueron ocultados en un parque de Buenos Aires.
Los productos químicos utilizados para fabricar las bombas fueron adquiridos por una empresa comercial creada por Hezbolá para encubrir sus operaciones en Sudamérica, según la investigación.
Los responsables de los dos ataques nunca fueron llevados ante la justicia ni fallecieron en los diversos ataques que Israel realizó a lo largo de los años contra Hezbolá, según la indagación, y viven en Líbano.
Se emitieron “alertas rojas” de Interpol contra dos personas acusadas de ser atacantes, ambas identificadas en la investigación del Mosad como agentes libaneses de Hezbolá. Una tercera persona es buscada por Estados Unidos. El comandante de operaciones de Hezbolá, Imad Mughniyeh, mencionado por la investigación del Mosad como jefe de la unidad que llevó a cabo los atentados, murió en una operación conjunta israelí y estadounidense en 2008.
Las conclusiones se basan en información recopilada a partir de interrogatorios con sospechosos, vigilancia, escuchas telefónicas y agentes. Las conclusiones de los informes internos fueron confirmadas en entrevistas realizadas este mes a cinco altos funcionarios del Mosad actuales y retirados.
La investigación también reveló fallos del Mosad, que no tuvo ningún aviso previo de los atentados. El segundo ataque fue muy similar al primero y fue realizado por el mismo grupo, pero la investigación reveló que la inteligencia israelí no detectó la actividad que lo antecedió.
Los hallazgos del Mosad y los funcionarios actuales y retirados retratan a un Hezbolá superado en un sentido convencional por el ejército israelí en Líbano, y que comenzó a construir unidades encubiertas en diferentes partes del mundo para ampliar su alcance y atacar a israelíes u objetivos judíos.
A partir de 1988, Hezbolá envió operativos a varios países de Sudamérica para adquirir “experiencia que les permitiera abrir negocios legítimos y tener una fachada comercial sólida para desplazarse entre diferentes países”, según las pesquisas del Mosad.
Identifican a los operativos por su nombre y dan detalles de los pasaportes falsificados y otros documentos que utilizaron. Los agentes de Hezbolá compilaron inteligencia sobre la seguridad de las fronteras, las formas de crear empresas encubiertas y los posibles objetivos de los ataques, incluida la Embajada de Israel en Buenos Aires.
El 16 de febrero de 1992, Israel asesinó al líder de Hezbolá, Abbas al-Musawi.
Después de ese ataque, según el Mosad, Hezbolá envió a un alto operativo, Hassan Karaki, con un pasaporte brasileño falsificado a Buenos Aires, donde compró la camioneta utilizada en el ataque a la embajada.
El comandante adjunto de la unidad de operaciones de Hezbolá, Talal Hamia, también llegó a Buenos Aires, donde se reunió con Muhammad Nur al-Din, un libanés de 24 años que había emigrado a Brasil unos años antes y quien había aceptado ser un atacante suicida.
Hamia salió de Argentina un día después del atentado en el que Al-Din se inmoló; todos los demás operativos de Hezbolá también abandonaron el país. El informe del Mosad ofrece detalles de las conversaciones telefónicas entre Mughniyeh, el comandante de Hezbolá, y sus operativos.
En 2017, el Departamento de Estado de Estados Unidos ofreció hasta siete millones de dólares por información que condujera a la localización, el arresto o la condena de Hamia.
El general de brigada Uri Sagie, exjefe de inteligencia militar israelí que recomendó asesinar a Musawi, reconoció en una entrevista en 2016 que Israel no había previsto la amenaza. “No predije con precisión la reacción de Hezbolá”, dijo.
Los hallazgos del Mosad aseguran que esas fallas fueron “un estímulo significativo” para Hezbolá. En marzo de 1994, la misma unidad planeó un atentado suicida en Bangkok, pero el terrorista suicida se arrepintió y abandonó la misión.
Más tarde, el director del Mosad en ese momento, Shabtai Shavit, recibió una advertencia de un alto funcionario de la agencia de inteligencia de que existía un grave peligro de otro ataque contra judíos o israelíes en Sudamérica, especialmente en Argentina, según dos funcionarios de seguridad israelíes que en ese entonces estaban activos y que pidieron no aparecer con sus nombres al discutirse temas de inteligencia clasificados.
Shavit creía que la operación había sido realizada por Irán, y no por Hezbolá, y ordenó el monitoreo de la embajada iraní en Buenos Aires, que no mostró actividad inusual, aseguraron. Shavit declinó hacer comentarios.
Israel continuó atacando a Hezbolá en Líbano. El 2 de junio, la Fuerza Aérea Israelí embistió un campamento de Hezbolá en Líbano, en el que 50 personas fallecieron y otras 50 resultaron heridas. Las estaciones de radio de Hezbolá prometieron “una respuesta total en todos los niveles”.
Un mes después, el 18 de julio de 1994, el centro comunitario judío en Buenos Aires fue atacado.
Según la investigación del Mosad, los mismos operativos de Hezbolá responsables del bombardeo del centro comunitario el 18 de julio de 1994 estuvieron detrás del derribo de un avión de pasajeros panameño al día siguiente, un incidente en el que murieron 21 pasajeros, entre los que se encontraban 12 líderes de la comunidad judía en Panamá.
Los hallazgos del Mosad afirman que debido a que la red operativa de Hezbolá “no fue expuesta y neutralizada después del ataque a la Embajada de Israel”, esas mismas personas fueron utilizadas para “ejecutar un ataque aún más mortal” en el centro comunitario dos años después.
Tras los atentados se hicieron acusaciones que implicaban que funcionarios argentinos con simpatías ultraderechistas o neonazis podrían haber estado involucrados.
Pero los hallazgos del Mosad concluyen que no hay evidencia para sustentar esas afirmaciones.
“Solo los operativos de la unidad de operaciones exteriores de Hezbolá participaron en el atentado, sin ninguna colaboración de ciudadanos locales”, concluye la investigación.
Sobre Irán, el Mosad citó las pesquisas de un fiscal argentino, Alberto Nisman, de que Teherán aprobó los dos ataques, sin agregar detalles. En 2007, por pedido de Nisman, Interpol emitió una serie de alertas rojas contra altos funcionarios iraníes, incluido Ahmad Vahidi, quien actualmente es ministro del Interior de Irán.
Argentina, Israel y Estados Unidos llevan mucho tiempo acusando a funcionarios de la Embajada de Irán en Buenos Aires de haber colaborado en los atentados con ayuda material y organizativa. Teherán ha negado repetidamente las acusaciones.
Sin embargo, la investigación del Mosad determinó que Irán no participó en la perpetración de los ataques ni en dar asistencia a los agentes. El Ministerio de Relaciones Exteriores argentino no respondió inmediatamente a las solicitudes de comentarios sobre los resultados.
Sebastián Basso, el jefe de la unidad de investigación argentina que investiga el ataque al centro comunitario, dijo el jueves que Irán “fue el autor intelectual” de la operación.
“La fiscalía considera que hay pruebas suficientes para que altos funcionarios del gobierno iraní tengan que dar explicaciones”, dijo.
En 2015, Nisman fue encontrado muerto después de anunciar su intención de enjuiciar al presidente y al ministro de Relaciones Exteriores de Argentina por un acuerdo ilegal con Irán; las circunstancias de su muerte siguen sin estar claras.
Los atentados en Argentina cambiaron las reglas del juego entre Hezbolá e Israel, y provocó que Israel fuera más reacio a intentar asesinar a altos miembros de la organización por temor a represalias, según cuatro exfuncionarios israelíes.
Esa renuencia contribuyó a debilitar la posición de Israel contra Hezbolá a fines de la década de 1990, cuando sufrió grandes pérdidas en Líbano, lo que finalmente lo llevó a retirarse del país en mayo de 2000, dijeron los exfuncionarios. Añadieron que el temor a las represalias fue también una de las principales razones por las que Israel decidió no atacar las instalaciones nucleares iraníes en 2012.
Ana Lankes colaboró con reportería desde Buenos Aires.
Ronen Bergman es redactor de The New York Times Magazine, con sede en Tel Aviv. Su libro más reciente es Rise and Kill First: The Secret History of Israel’s Targeted Assassinations, publicado por Random House.
Ronen Bergman is a staff writer for The New York Times Magazine, based in Tel Aviv. His latest book is “Rise and Kill First: The Secret History of Israel’s Targeted Assassinations,” published by Random House.
Do you have questions about how The New York Times works?Visit nytimes.com/behindthejournalism.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario