Por Norberto Galasso
Una marea humana se volcó hacia Plaza de Mayo con motivo del fallecimiento de Néstor Kirchner.
Las mayorías populares iban a despedirse de un presidente amigo en su muerte, de un compañero que en pocos años les había dado vida, de quien les había permitido salir del escepticismo político hacia la polémica ardorosa en busca de un futuro mejor, hacia la réplica y la contrarréplica alrededor de los conflictos que él -que no los había creado, como sostenía la oposición- los ponía sobre la mesa para resolverlos.
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